Morir en misión depende…

 

Depende, según parece, de la nacionalidad de cada uno. Al menos, en el ejército español. Según se ha publicado recientemente en el diario El País, a raíz del atentado en Afganistán en que murió el soldado colombiano John Felipe Romero, los extranjeros son el 43% de los fallecidos en atentados en las misiones del ejército español en Afganistán y el Líbano. En cambio el porcentaje de inmigrantes en la tropa y marinería española no llega al 7%.

El dato es muy llamativo, porque si la probabilidad de morir por atentado en esas misiones es la misma con independencia de la nacionalidad, el porcentaje de muertes de soldados no españoles debería estar próximo al 7%.

Siempre y cuando, claro está, el porcentaje de extranjeros en el contingente desplazado en esos dos países sea parecido al 7%. Si, como es de suponer, la posibilidad de morir en atentado es la misma para todos los soldados desplazados, los datos significan que los extranjeros entre los desplazados deberían caer en una proporción del  7%, y no del 43%, como al parecer sucede.

Dicho de otro modo, los soldados destinados a esas zonas no son escogidos al azar, al menos según la distribución de extranjería en el total del ejército español. Quizá sea porque la representación de extranjeros en las unidades o cuerpos que se movilizan en misiones internacionales es mucho mayor del 7%. O quizá sea por una explicación más sociológica: la misión en una zona de conflicto es seguramente aún menos deseable que otros trabajos que son desempeñados mayoritariamente por inmigrantes en nuestro país.

¡O quizá sea por las dos cosas a la vez! En la misma página del diario El País (8/2/2010), el director general de Reclutamiento del Ministerio de Defensa argumenta que “los inmigrantes acuden a las unidades operativas”, más arriesgadas, por aquello del sueldo, que es mucho mayor; mientras que, siempre según el diario, el soldado Rubén López explica que hay tantos extranjeros porque “los españoles no se quieren meter en esto y tienen que tirar de ellos”.

Hasta ahí, la aterradora lógica de los datos para un observador. Pero ¿y para un extranjero que está considerando entrar en el ejército? Supongamos que, obviando los razonamientos anteriores, se limita a explotar el dato de que la incidencia de esas muertes entre el 7% de extranjeros del ejército es el 43% de los desplazados. El soldado se pregunta cuáles son sus probabilidades de caer en atentado en Afganistán o el Líbano, en comparación con las de su vecino de litera conquense, de Cuenca-España, no Cuenca-Ecuador.

Dibujo por Gianni Peg

Para ello usa el famoso teorema -de 1764- del reverendo Thomas Bayes, que permite calcular la probabilidad de morir desplazado en uno de esos países siendo extranjero a partir de la probabilidad de ser extranjero entre los caídos en esas misiones (el ya infame 43%). Lo interesante del truco Bayesiano es que permite estimar la probabilidad desconocida de una potencial eventualidad (la de caer en atentado) a partir de otra conocida por los datos (ser extranjero entre las bajas). En efecto, parece un truco de magia: atisbar la suerte que esconde el destino a partir de una simple contabilidad de datos del pasado. Sin embargo no hay truco, tan sólo el cuidadoso orden lógico que conduce  la matemática. Asi que nuestro soldado hace su cuenta y ¿qué obtiene? Una confirmación, sí: como sospechaba, es más probable que caiga él, antes que el chaval castellano-manchego.

Además, una confirmación cuantificada: su probabilidad de morir multiplica por diez la de su compañero español. No está nada claro que eso esté contemplado en sus contratos o vaya reflejado en sus sueldos.

P.S. Una versión de este artículo fue publicada en la revista +Plus Magazine (Universidad de Cambridge) en abril de 2010.

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