El dilema social
Ante el dilema de la cena de grupo que se pagará a escote o el de la llamada de la Wikipedia para recaudar fondos por navidad, hay dos actitudes personales hacia lo social: cooperar –en el caso de la cena, pedir un menú barato–, o desertar (de la cooperación)–pedir un menú caro–. La cooperación conduce a una situación colectiva mejor que la deserción, pero a diferencia de ésta no se puede esperar que suceda como resultado de la actuación de individuos que toman sus decisiones eficientemente, debido al problema del polizón. Éste querrá -y con la lógica a su favor- disfrutar de una buena cena o del wikiconocimiento a costa de los demás. Cooperación y deserción sirven como paradigma de las ancestrales posturas progresista o de izquierda y conservadora o de derecha. La de izquierda –cooperación– no persigue como primer objetivo el beneficio individual sino el social. La de derecha –deserción– promueve la búsqueda del bien personal como principio de actuación desatendiendo el bienestar social. En realidad no, porque la postura desertora confía que, a través de un mecanismo misterioso –la célebre mano invisible de Adam Smith– , ese principio de actuación produzca un resultado social eficiente.
El dilema entre cooperar o desertar es posiblemente el problema fundamental de la sociedad. Y resulta –ninguna sorpresa, vista la historia– que no tiene una solución técnica. La derecha confía en la solución de Smith, pero olvida a menudo que la mano invisible falla estrepitosamente como en el caso de la cena y el resultado social de las deserciones acaba a años luz de ser satisfactorio. La izquierda, por otra parte, confía ingenuamente que los individuos se suscribirán sin más a la cooperación, sin tener en cuenta el problema del polizón que les hace reaccionar egoístamente ante los incentivos. Según Ken Binmore, que ha contribuido sustancialmente a la filosofía política desde las matemáticas, esa es la razón del fracaso de muchas utopías sociales.
En efecto, una aparente solución al problema de la cena a escote –es decir, al dilema social de la cooperación– consiste en fijar el mismo menú para todos (el básico en la cena a escote). Esa iniciativa ciertamente funciona muy bien en las cenas navideñas del trabajo. También se ha intentado no pocas veces en empresas más trascendentes a lo largo de la historia, en general con mucho menos éxito, como señala Binmore. En teoría el menú fijo producirá una mejor situación social, aunque al precio de restringir la libertad de elección de los individuos. Asumiendo que se debe pagar ese peaje, aún quedan importantes obstáculos que salvar. De entrada, claro, está el problema del polizón: ¿cómo se vigila a los posibles desertores? Pero antes, ¿quién fija el menú?, ¿cómo se logra un acuerdo vinculante, uno en que todos estén de acuerdo en todo?, ¿cómo se disuade o se castiga la deserción?
En colectivos sin una autoridad soberana efectiva, esas dificultades son formidables. Algunos de los ejemplos son recientes y dramáticos. La Unión Europea es escenario de algunos de ellos. Los países de la UE menos uno acordaron en diciembre de 2011 un nuevo menú de política fiscal –el pacto del euro– para la eurozona. Uno de los caballos de la batalla es el diseño de sanciones efectivas para los desertores. No es de extrañar, después del reciente episodio del engaño de Grecia a la UE sobre sus cuentas nacionales.
Episodios de otra crisis con el dilema del menú de la cena de fondo se suceden en distintos escenarios del mundo –Balí 07, Copenhague 09, Cancún 10, Durban 11, Catar 12,…– en el serial de las cumbres del clima. Los países –más de 190 en Durban fracasan una y otra vez en establecer un nuevo menú de emisiones contra el cambio climático que sustituya al Tratado de Kyoto 97 después de 2012. Un día después de la difícil cumbre de Durban, ante el estupor internacional, Canadá anunció formalmente que deserta de su compromiso con el menú establecido en Kyoto al no poder pagar la factura de sus emisiones. El país ha justificado en parte su deserción en que, sin los grandes emisores (EEUU o China, que están fuera del juego), no habrá menú que funcione. La cuenta que arrojan las emisiones globales –suma de las de todos los países– se paga globalmente, de un modo u otro. Por hache o por be, en la merienda del clima es posible inflarse a emitir e irse sin pagar. El intrincado nudo de la lucha climática da idea de la magnitud del dilema de la cena pagando a escote.
¡Genial y comprensible el símil mundial con las celebraciones a “escote”!. El problema que nos acucia es que tanto el precio como el menú siempre lo establecen los mismos y, lo más grave es que algunos de ellos no están de acuerdo ni con el precio, que lo paguen otros, ni con el menú. Desconocemos si porque por barato que sea no están dispuestos a pagarlo, o porque en definitiva lo que siempre pretender es “ir de gratis” y q
Leyendo tu articulo, se me ha ocurrido que quizas la situacion que hasta ahora existia entre “cooperar o desertar” aplicado a la postura que toman los individuos de una sociedad ha evolucionado. Me explico:
Afirmas que aparentemente este dilema (fundamental para la sociedad, ahi estamos de acuerdo) no tiene una solucion aparente. Pero a mi parecer, has pasado por alto que en el bar hay un elemento nuevo, que poco a poco se ha ido abriendo paso, y que viene pisando fuerte. Va directo hacia la rubia, y por supuesto, siendo como es nuestro querido amigo George Clooney, se va a llevar el gato al agua (y la rubia… al huerto). Y este Clooney tiene rasgos chinos.
Y es que el dilema al que el individuo tiene que enfrentarse no es mas que el fruto de una influencia social que varia segun donde se haya criado uno. Si tu hubieras nacido en EEUU, seguramente verias la balanza claramente inclinada al individualismo puro y duro. Una Californiana cualquiera ha de hacer frente a una media de $50000 de prestamo al acabar la universidad. Si se rompiera la cadera y no tuviera un seguro medico (que cuesta unos 200 dolares al mes, cobertura media) tendria que hacer frente a otro prestamo de 80000 (y en caso de que lo tuviera todavia pagaria el 25%). Pero claro, se pagan muchos menos impruestos, la gasolina esta tirada, etc. Pero la Californiana tiene mas probabilidades de hacerse millonaria que un Europeo. En una sociedad individualista, el triunfo es grandioso (y el fracaso, aun mas).
Y tu, habiendo nacido a este lado del charco, a cambio de renunciar a lo que pagas de impuestos, tienes un chaleco salvavidas asegurado, que te mantiene a flote, pero que te dificulta el llegar a la meta.
Y entonces, si la mano invisible nos abofetea, y la cooperacion social nos resulta un peso insoportable, como es posible maximizar nuestro problema socia?
China, por lo que he sacado en claro hasta ahora, parece haber encontrado la solucion. Un sistema en el que confluyen en una aparente armonia la cooperacion y el individualismo, y que en tres decadas ha dejado al mundo con la boca abierta. Un estado que apadrina sectores de la economia y que a la vez deja fluir el libre mercado sabiendo sacar los mejores frutos que este tiene que dar. Cierto es que el camino de las diferencias sociales es aun muy largo, pero, como les gusta decir a ellos, “para recorrer un camino de mil quilometros, hay que dar un primer paso”. Y ellos lo estan dando. Se esta reformando la educacion y la seguridad social, hay una clase media creciente, y el pais ahorra tanto que es capaz de prestarle dinero a los americanos (los cuales dependen del credito para vivir). Y todo por redescubrir algo inherente de su propia cultura. La cooperacion como medio de hacer evolucionar al individuo.
Y precisamente ahi, jugando con esos dos elementos que tenemos en occidente, individualismo y cooperacion, (que nos empecinamos en poner en paralelo, sin que estos puedan confluir), pero girandolos de tal modo que se entremezclen en la justa medida, han descubierto la clave del exito que hasta ahora nos estaba vedada.
Si tu le llamaste a la solucion del dilema del bar el “efecto Clooney”, yo voy a llamar a la solucion china de este dilama social (politico, economico, mundialetc.) el “efecto Moire”. (miralo en Wikipedia, y ya me contaras).
Sigue con la labor (con el permiso de la reina, claro esta), que hace falta.
Fdo: Rachmaninoff