Gimnasia con absurdo
En contra de lo que puede parecer –su doku significa “números sólos” en el japonés de su origen moderno- los números pintan poco en el juego del sudoku, ni cardinal ni ordinalmente. Salvo por la comodidad que proporciona nuestra familiaridad con ellos, su papel lo podrían desempeñar igual de bien nueve símbolos cualesquiera. El auténtico escenario del juego no es la aritmética, sino la lógica. Pocos sustantivos tienen tanto prestigio como “lógica”, la poderosa sustancia primaria que sostiene a las ciencias y, por definición, el cemento de que está hecho el edificio de las matemáticas. El tan apreciado “sentido común” es sólo otra forma de decir “lógica cotidiana”.
El sudoku es un ejercicio de gimnasia lógica puro, sobre un tablero de 9×9 casillas, parcialmente relleno, que debe completarse con los números del 1 al 9 respetando tres sencillas reglas: cada número sólo puede aparecer una vez en cada fila, cada columna, y cada uno de los 9 bloques iguales (de 3×3 casillas) de la tabla. Por ejemplo, un nudo lógico de la siguiente partida consiste en probar por qué se puede colocar el 7 rojo:
Muchos sentirán las mismas ganas por deshacer ese nudo de la tabla que por dormir en una de pinchos. El único estímulo por deshacerlo está precisamente en el propio desafío de resolver un problema lógico, y tal desafío puede considerarse –sin mucho que objetar– aburrido y, por asociación, el ejercicio absurdo (ya estamos).
Sin embargo, ese ejercicio lógico es el mismo que hace la poli para comprobar las coartadas en las pelis con asesinato. Ese del tipo “Joe no pudo hacerlo porque al amanecer estaba en una timba en el tugurio de Rick”. Miremos el mismo asunto del nudo anterior de este modo: se ha cometido un asesinato en la casilla roja y eres el número 7 del vecindario, así que estás en un lío, porque eres uno de los principales sospechosos (con el 1, el 2 y el 6). Necesitas una coartada: probar que estabas en otra casilla a la hora del crimen. Es claro que esa otra casilla sólo puede ser la que está ocupando el 7 rojo. Probablemente ahora el ejercicio del nudo parecerá menos absurdo (sobre todo si uno es ese 7.)
A pesar de todo, la cosa no deja de tener su lado absurdo; pero es otro lado, porque la técnica que resuelve el “caso de la casilla roja” se llama precisamente reducción al absurdo. Ya la usaba Aristóteles en sus argumentaciones lógicas, y es una herramienta básica en las matemáticas y típica en la resolución de sudokus. Consiste en suponer que una afirmación que se quiere probar es falsa y deducir lógicamente una contradicción con una premisa u otro hecho válido. Esa colisión lógica –el absurdo- implica que la afirmación de origen es cierta, porque no hay una tercera opción. En el caso del sospechoso 7, suponer que ocupa la casilla roja lleva –a través de una secuencia lógica- a un choque con las reglas del sudoku. Los detalles de la solución del caso se pueden ver aquí. Una partida de sudoku está plagada de casos como el de la casilla roja, que deben resolverse mediante ese método de reducción.
Esa joya de la técnica de la argumentación también se usa -o se intenta- a diario. Se emplea mejor o peor en discursos, polémicas o en las discusiones de bar, algunas tertulias u otros foros de debate. Por ejemplo, en el último sobre el estado de la Nación, el presidente del gobierno afirmó: “Nuestra reforma laboral no es consecuencia de la situación de los mercados o de indicaciones de la Unión Europea o el Fondo Monetario Internacional”. Y lo argumentó así: “Si lo fuera, hubiera tenido que proyectarse después de mayo o junio, cuando se produjeron los ataques especuladores de los mercados; sin embargo el proyecto de reforma laboral estaba elaborado [y se envió a agentes sociales y empresarios] en el mes de febrero”. Pura reducción al absurdo.
Hola, muy interesante el articulo, saludos desde Chile!